Una reflexión sobre el espíritu de oración en San José Allamano, rumbo al Centenario de su Nacimiento al Cielo
“Un día, un joven fue a buscar trabajo entre los leñadores. El gerente, después de verificar el aspecto físico del joven, aceptó de inmediato y le dijo que regresara al día siguiente. El primer día de trabajo, el joven cortó muchos árboles. El segundo día, la producción fue menor, a pesar de haber puesto el mismo esfuerzo y dedicación. Al tercer día, el joven se esforzó aún más, pero nuevamente cortó menos árboles… El gerente, al notar la caída en el rendimiento, le preguntó cuándo había sido la última vez que había afilado su hacha. El joven confesó que estaba tan ocupado con su trabajo que no tuvo tiempo de afilarlo…”
El mundo de hoy es rápido y agitado, y la mayoría de las veces no nos permite detenernos para recuperar nuestras fuerzas, lo que nos lleva a abandonar los aspectos más importantes de nuestra vida misionera. La oración es el hacha de la que nos cuenta la historia y que debemos mantener siempre afilada para que nos ayude en todo lo que hacemos en nuestra vida. El Papa Francisco nos recuerda que la oración no puede ser una oración cualquiera, porque “la oración es como el oxígeno de la vida, sirve para atraer hacia nosotros la presencia del Espíritu Santo que siempre nos empuja hacia adelante”.
Así, la oración es el medio privilegiado por el cual todos entramos en contacto con Dios, permitiéndonos alcanzar una verdadera familiaridad con Él, de modo que podemos repetir con San Juan:
“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que nuestras manos han tocado, es decir, el Verbo de vida…, a quien hemos visto y oído, os lo anunciamos también a vosotros» (1 Jn 1, 1-3).
San José Allamano define la oración como una prioridad:
“Sí, sí, el trabajo; Pero la oración es más necesaria que cualquier otra cosa. Primero debemos santificarnos, primero orar, luego hacer el bien a los demás. ¡Debemos amar la oración! Bienaventurados sois si os esforzáis por progresar cada vez más en la vida interior, con espíritu de recogimiento y oración”.
¡Sí, reza, reza bien!
Allamano no solo nos anima a rezar mucho, sino que también parece querer enseñarnos a hacerlo bien. Esta enseñanza suya deriva de su profunda experiencia de encuentro con Jesús en la oración. Es realmente curioso cómo describe la responsabilidad que debemos tener cuando rezamos:
“Hay que rezar bien, porque rezar mal es un insulto al Señor, así que es mejor no hacerlo […] porque es una falta de respeto al Señor.
Esto no quiere decir que no debamos orar cuando no nos apetezca… Significa que necesitamos cambiar nuestra actitud para que nuestra oración sea útil y fructífera.
Son muchas las propuestas y caminos de espiritualidad que nos permiten orar de manera efectiva, pero para hacer bien cada oración, San José Allamano lo tiene muy claro y nos indica algunos caminos que nos pueden ayudar.
Antes de orar, debemos prepararnos, lo que significa que debemos alejar de nuestros pensamientos todo lo que nos distraiga y nos impida estar atentos.
“La presencia de Dios impide la disipación y mantiene interconectadas las prácticas de la oración, que de otro modo serían como oasis, fuera de los cuales todo es estéril”.
Es importante prestar atención a las palabras que pensamos para que no se digan con prisa: al reflexionar sobre el significado de las palabras, promoveremos una reflexión interior preparatoria.
Es necesario estar en sintonía y enfocado en Dios:
“Piensa que hablo con el Señor; Hagan bien sus oraciones, de corazón”.
Para orar bien, es necesaria una actitud de respeto: “En una posición de respeto, sin preocuparse por nada más”. Sin embargo, esto no significa que debamos dejar lo que estamos haciendo para orar, porque
“podemos rezar y trabajar, siempre y cuando el trabajo nos permita pensar y que las oraciones no sean estrictamente obligatorias. Jesús también oraba mientras trabajaba en su taller de Nazaret”.
Oración infalible
En la obra Vida Espiritual de José Allamano, encontramos las cuatro condiciones que hacen que nuestra oración sea infaliblemente correspondida:
- Pedir todo lo necesario para nuestra salud espiritual: Dios no nos da piedras por pan ni serpientes por peces.
- Orar con la confianza de que Dios nos concederá lo que pedimos: “El que sabe orar bien, ata las manos a Dios y lo obliga a concederle lo que se pide. Se necesita tanta confianza que se puede ser un poco audaz, un poco “autoritario” y esperar milagros. Dios no se ofende por esto.”
- Orar con humildad: “Jesús, aunque era Dios, se postró en tierra en oración. Debemos decirle: ‘Padre, no merezco nada, pero te ruego que me concedas la gracia que tanto necesito’ ”.
- Orar con perseverancia: “Nunca debemos desanimarnos si Dios no responde a nuestras oraciones de inmediato. Llamamos a la puerta; Si nadie abre la puerta, llamamos más fuerte y si esto no es suficiente, ¡derribamos la puerta! Es Nuestro Señor mismo quien nos enseña cómo hacer esto, en la parábola del hombre que fue a molestar a su amigo durante la noche, hasta que consiguió el pan que quería”.
La oración continúa como un camino hacia un espíritu de oración.
San José Allamano siempre habló del amor a la oración continua, para que no fuera una oración vacía, sino que nos llevara a adquirir un verdadero espíritu de oración porque “la oración nos eleva a la presencia de Dios y nos pone en diálogo con Él”.
La oración continua es nada menos que la expresión del crecimiento de nuestra fe y la prueba eficaz de que no podemos vivir sin la presencia de Dios y, en consecuencia, nos impulsa a realizar los planes de santidad que Él tiene para nosotros. ¿Por qué debemos hacer de nuestra vida una oración continua? Porque es la oración la que nos lleva a decir con san Pablo: Vivo, pero ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Vivo mi vida presente en la carne, en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gal 2:20).
Habría mucho más que reflexionar sobre la oración como el pilar fundamental de la santidad del Allamano, y cómo podemos revestirnos con el Espíritu de Oración. Espero que esta reflexión no sea el final, sino el comienzo de un camino interior que nos lleve a creer que “necesitamos rezar mucho, precisamente, porque somos misioneros”.
Para la reflexión personal
- ¿Me veo en la historia del leñador? ¿Qué lugar ocupa la oración en mi vida diaria?
- De acuerdo con lo que sugiere San José Allamano, ¿hago bien mi oración?
- ¿Qué me falta para que mi vida sea una oración continua?
